PARA EL CONTEO FINAL GRAN BRETAÑA TIENE LA MANO GANADORA



Autor: Gerald Warner
Traducción: Hyspasia
Nota original: https://reaction.life/in-the-brexit-endgame-britain-has-a-winning-hand/
Transcripción al pie.


¿Entonces? ¿Que pasó con El Terror de Cummings? A principio del mes nos dijeron que el servicio civil [N. de T: la burocracia del estado] había entrado en estado catatónico, esperando la guadaña de La Muerte, Dominic Cummings. Ahora, de repente, es todo como siempre, business as usual, con los obstrucionistas de Whitehall impidiendo que el "Big Ben" marque con un "bong" el Brexit, el día de salida de la Unión Europea. Desplegaron todos sus trucos habituales para asegurar que la red de comunicaciones británica 5G, muy sensatamente, sea confiada a las capaces manos del servicio de inteligencia chino.

Claramente, los agentes de la decadencia están todavía en funciones, usando toda su influencia para mantener a Gran Bretaña en su trayectoria descendente determinada por las élites liberales. Sir Mark Sedwill, el secretario del Gabinete y cabeza del servicio civil [burocracia estatal] le va ganando a Dominic Cummings por tres tantos contra cero. No es un buen mensaje a enviar a Michel Barnier, Ursula von de Leyen y otros espectadores interesados del otro lado del Canal que están sopesando sus chances en las inmediatas negociaciones por el comercio con Gran Bretaña tras el Brexit.

Como ellos saben mejor que nadie - mejor, aparentemente, que la mayoría de los comentaristas británicos - la ventaja de esa negociación se asienta fuertemente a favor de Gran Bretaña. De ahí las fanfarroneadas y amenazas. Representan ataques preventivos, una pieza de guerra psicológica diseñada para mantener a Gran Bretaña en el modo Theresa May, accediendo servicialmente a todos los pedidos de Bruselas; negociar el acuerdo político antes del acuerdo comercial, desviar la atención de que hay 27 de ellos y sólo uno de nosotros, comportarse como un prisionero suplicando salidas transitorias...

La realidad no puede ser más diferente. Entramos en estas negociaciones como un estado soberano, con la carga para demostrar por qué se debe mantener aunque más no sea el más mínimo vestigio de influencia sobre nuestra política comercial sobre los hombros de Bruselas. Nosotros tenemos un déficit comercial con la Unión Europea de £ 94 mil millones: ¿Realmente vamos a creer que los negocios dentro de la Unión Europea (y sus gobiernos) no están petrificados de miedo de perder semejante asado jugoso, semejante manjar suculento? Si las charlas resultan un fracaso la UE va a perder no menos de  £ 39 mil millones de superávtt (casi ciertamente mucho más) si nos retiramos de la mesa de negociaciones sin mas.

Y por la tasa de 27 a 1, eso es un engaño. Miren a nuestros oponentes del otro lado del tablero de ajedrez: Emmanuel Macron, el Júpiter fallido que aspiraba a intergrar Europa, sólo para ver que su propio país se desintegra, liderando dos derrotas electorales en dos años; o Ángela Merke, la desacreditada Emperatriz de Europa, con su coalición amenazada, su economías casi en recesión, su designado sucesor convertido en un caso perdido y sus días como primer ministro casi en el final. La coalición Heath-Robinson en Italia es tan precaria como su sistema bancario.

La impostura 27-1 recibió un golpe aplastante cuando la semana pasada Alexander von Schoenburg, editor en jefe de BILD, el diario de mayor tirada de Alemania, publicó una devastadoramente honesta evaluación del Brexit y qué desastre va a ser para la Unión Europea. Atestiguando el verdadero balance de poder, le dijo a Gran Bretaña: "Su economía es más grande que las de los 18 países más pequeños de la Unión Europea agradas. Esto significa, en términos económicos que la Unión Europea no sólo perderá un estado miembro sino que se reducirá de 28 a 10 miembros".

Esa es la realidad que está siendo reconocida a través de Europa - en todos lados excepto en el edificio Berlaymont en Bruselas. Aún ahí sus ocupantes tienen lo suficientemente en claro la gravedad del golpe que recibieron la orden de arriar la bandera de Gran Bretaña durante la noche, bajo la protección de la oscuridad. No habrá ceremonia pública por este acto de descolonización. La Unión Europea está perdiendo su segunda economía más grande (y la quinta del mundo), una potencia nuclear con un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En compensación están evaluando la ascensión de integración de Serbia y Montenegro.

Gran Bretaña ha caminado como sonámbula desde el 2016, anestesiada por el abrumador peso de la propaganda mendaz realizada por la cleptocracia de Bruselas y por sus amigos-socios de Westminster, en Whitehall, en la BBC y desde cualquier otra fuerza antinacional de servilismo eurófilo. Es tiempo de despertarse a la fuerza de nuestra posición y a la flaqueza de nuestros oponentes - porque eso es en lo que la nomenklatura de la UE, reafirmada por la quinta columna dentro del establishment británico se han convertido.

Boris Johnson tiene que insistir, desde el día uno, que las negociaciones de comercia sean conducidas en un estilo totalmente diferente del arreglado en el acuerdo de separación. Debe declarar que estas son negociaciones uno a uno, conducidas entre iguales. Las demandas de Gran Bretaña deben tener tanto peso como las de la Unión Europea. No más "secuencias": todos los temas deben ser tratados en simultáneo por equipos dedicados, empezando en Febrero.

No habrá posibilidad alguna de Gran Bretaña secuestrada a cambio de un rescate extorsivo por meses por una cuestión de pesca, amenazada de que no haya progreso alguno si no les cedemos nuestras costas por 25 años a las flotas pesqueras españolas, francesas, holandesas y de otros países de la Unión Europea. Debe quedar claro como el cristal que el gobierno de la Gran Bretaña no traicionará los intereses de las comunidades pesqueras británicas. Las cifras en términos económicos pueden ser pequeñas, pero la significación simbólica, totémica, en términos de soberanía y confianza en el gobierno es suficiente para reinstalar la Red Wall laborista [N. de T.: los estados del norte de Inglaterra que votaron a favor del laborismo en las últimas décadas] en el norte, si Boris reniega de la confianza conferida. Es crucial para su mayoría futura.

Si la Unión Europea juega duro, entonces, por primera vez, Gran Bretaña debe hacerlo en forma recíproca. Sin fanfarronerías, sin ruidos agresivos - sólo firmeza en que si la UE no puede ordenarse y reconocer las realidad y el progreso de las negociaciones para mayo, entonces el Reino Unido, sin esperar la fecha del 31 de diciembre, se va en los términos de la OMC [Organización Mundial del Comercio] durante el verano. El viejo juego de la UE de enredarte en un tratado en las últimas doce horas antes de la fecha final no debe ser permitido. Nunca más.

"Es imposible concluir un acuerdo comercial en 11 meses" es el llanto de Bruselas. Por supuesto que lo es, si le ha dedicado los primeros siete meses a ocuparse de la pesca. Esa idiotez no debe ser tolerada en lo futuro Todo debe ser discutido en paralelo desde el día uno. Aún para una burocracia esclerótica como la UE, no hay razón alguna para que un acuerdo no sea concluido a fin de año. Por todas sus deficiencias el servicio civil británico rutinariamente se ocupa de interminables borradores de proyectos de acuerdo y de legislación y está todo el tiempo enmendando lo que resuelven ambas cámaras del Parlamento; las dilaciones de Bruselas pueden ser fijadas por su diligencia.

Desafortunadamente, a este momento, los signos son que la diligencia del servicio civil está siendo canalizada por la vieja ruta: frustrando la voluntad de los ministros desde el momento en que representan el peor de los demonios, el electorado. En ese contexto ha sido un error del Primer Ministro sugerir alguna especia de crowfunded Brexit bong desde el Big Ben, en lugar de simplemente ordenar a los funcionarios "háganlo". Es un pobre principio para la última ronda del Brexit. Es deseable que, a partir de ahora, el eje Johnson/Cummings esté a la altura del juego.



* * *


So, what became of the Cummings Terror? Earlier this month we were told that the civil service was in a state of blue funk, awaiting the deadly scythe of the Grim Reaper, Dominic Cummings. Now, suddenly, it is business as usual, with the Whitehall obstructionists preventing a Big Ben “bong” for Brexit, wrapping the HS2 white elephant in decorative ribbon for Boris and deploying all their usual tricks to ensure Britain’s 5G network is, very sensibly, entrusted to the capable hands of the Chinese intelligence service.

Clearly, the managers of decline are still in business, using all their influence to keep Britain on the downward trajectory set for it by the liberal elites. Sir Mark Sedwill, the Cabinet Secretary and head of the civil service, leads Dominic Cummings by three games to love. That is not a helpful message to send to Michel Barnier, Ursula von der Leyen and other keen spectators across the Channel who are weighing up the odds for the forthcoming Brexit trade negotiations.


As they know better than anyone – better, apparently, than most British commentators – the advantage in those negotiations sits heavily in Britain’s favour. Hence the bluster and threats, representing an attempted pre-emptive strike, a piece of psychological warfare designed to keep Britain in Theresa May mode, servilely acceding to all the demands of Brussels: to negotiate the political settlement before the trade deal, to defer to the fact there are 27 of them and only one of us, to behave like a prisoner petitioning a parole board for release…

The reality could not be more different. We enter these negotiations as a sovereign nation state, with the onus on Brussels to demonstrate why it should retain even the most vestigial influence in our commercial policy. We have a £94 billion trade deficit with the EU: are we seriously to imagine European business (and governments) is not petrified at any threat to that dripping roast? If the trade talks were to fail the EU would further forfeit a sum of £39 billion (almost certainly more) if we were to walk away.


As for the 27-1 ratio, that is a delusion. Look at our opponents across the chessboard: Emmanuel Macron, the failed Jupiter who aspired to integrate Europe, only to see his own country disintegrate, headed for electoral defeat in two years’ time; or Angela Merkel, the discredited Empress of Europe, her coalition threatened, her economy hovering close to recession, her chosen successor already a busted flush and her days as chancellor coming to an end. Italy’s Heath-Robinson coalition, too, is as precarious as its banking system.


The 27-1 imposture received a shattering blow last week when Alexander von Schoenburg, editor-at-large at BILD, Germany’s largest-selling newspaper, published a devastatingly honest appraisal of Brexit and what a disaster it is for the EU. Testifying to the true balance of power, he told Britain: “Your economy is bigger than the 18 smallest EU countries combined. This means in economic terms that the EU will lose not just one member state – but shrink from 28 members to ten.”


That is the reality that is being recognized across Europe – everywhere except in the Berlaymont building in Brussels. Even there its denizens have sufficient awareness of the blow they are suffering to order the Union Flag to be taken down from its mast under cover of darkness. There will be no public ceremony for this act of decolonization. The EU is losing its second largest economy (also the fifth largest in the world), a nuclear power with a permanent seat at the UN Security Council. In compensation, it is considering accession requests from Serbia and Montenegro.


Britain has been sleepwalking since 2016, anaesthetized by the sheer weight of mendacious propaganda from the Brussels kleptocracy and the EU’s fellow travellers at Westminster, in Whitehall, at the BBC and from all the other anti-national forces of Europhile subservience. It is time to wake up to the strength of our own position and the weakness of our opponents – for that is what the EU nomenklatura, reassured by its fifth column within the British establishment, has become.


Boris Johnson has to insist, from day one, that the trade negotiations are conducted in a totally different style from the withdrawal agreement. He must declare that these are one-to-one negotiations, conducted between equals. Britain’s demands and red lines must carry every bit as much weight as the EU’s. No more “sequencing”: all issues must be addressed simultaneously by dedicated teams, starting in February.

There should be no question of Britain being held to ransom for months over the single issue of fisheries, threatened with no progress unless our waters are conceded for 25 years to French, Dutch and other EU fishing fleets. It must be made crystal clear that the UK government will not betray the interests of British fishing communities. The financial figures may be small; but the totemic significance in terms of national sovereignty and trust in government is sufficient to reinstate the Red Wall to Labour in the north if Boris reneges on that trust. It is crucial to his future majority.


If the EU plays hardball then, for the first time, Britain must reciprocate. No bluster, no aggressive soundbites – just a firm pledge that if the EU cannot get its act together, recognize new realities and progress all-round negotiations by May, then the United Kingdom, without waiting for the 31 December deadline, will depart on WTO terms in the summer. The old EU game of cobbling together a treaty in the final twelve hours before deadline must no longer be indulged.

“It’s impossible to conclude a trade deal in 11 months,” is the Brussels plaint. Of course it is, if you devote the first seven months exclusively to fisheries. That nonsense must no longer be tolerated. Everything must be discussed in parallel from day one. Even for the sclerotic EU bureaucracy there is no reason why an agreement cannot be concluded by the end of the year. For all its faults, the British civil service routinely fields Bill teams that endlessly redraft legislation as it is constantly amended in both houses of Parliament; the Brussels procrastinators could learn from their diligence.


Unfortunately, at the moment, the signs are that the diligence of the civil service is being channelled into its old rut: frustrating the will of ministers since they represent that ultimate evil entity, the electorate. In that context it was a mistake for the Prime Minister to suggest some kind of crowdfunded Brexit bong from Big Ben, instead of simply ordering officials: “Do it.” It is a poor beginning to the final round of Brexit. It is to be hoped that, from now on, the Johnson/Cummings axis will raise its game.

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