LA SOBERANÍA SE EJERCE



Autor Pablo Melano

CAUSA Argentina.

La soberanía no se negocia, se ejerce.


Repaso Histórico

El año 1824 fue una bisagra en la historia argentina, demostrándose en los hechos que un sector de la dirigencia política nunca gobernó en beneficio del interés nacional. El empréstito que Bernardino Rivadavia firmó, además de ser una estafa financiera a la patria, fue el empobrecimiento de su pueblo con sus industrias. 

Se hipotecó el territorio al valor del préstamo por 1.000.000 de Libras Esterlinas, de las cuales sólo llegaron 500.000 en bonos. Dichas tierras fueron usadas para servir al sistema de enfiteusis, donde se concesionan tierras a perpetuidad o un largo periodo, siendo explotadas por amigos del poder con mano de obra inglesa. Rivadavia, con su empresa River Plate Agricultural Association, no se perdería tampoco del negocio que él mismo firmó: rifó y dilapidó los recursos estatales, creó empresas para beneficio personal, haciendo crecer el descontento en una población que sufría las consecuencias de ver caer sus negocios frente a la manufactura extranjera. 

En este contexto, no iba a demorarse mucho la caída del primer traidor a la Patria.

El 13 de agosto de 1827, fue elegido Vicente Lopez como presidente provisional, quien asignó como “Comandante General de las milicias en la campaña de Buenos Aires” a don Juan Manuel de Rosas, provincia en la cual sería electo gobernador Manuel Dorrego, tranquilizando el clima en la política nacional.

La calma iba a durar sólo poco más de un año al ser fusilado Dorrego tras un motín unitario el 1 de diciembre de 1828, destruyendo otra vez la paz que tanto había costado conseguir. Desde el 30 de Julio de 1827 al 31 de de noviembre de 1829 el déficit pasó de 8.2% al 15%, la deuda de 11 a 18 millones de pesos. El papel moneda en circulación de 9.5 a 15 millones de pesos. Al año cumplido el motín, 1 de diciembre de 1829, se reanudarían las disueltas sesiones de la Legislatura. En dicha sesión es elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires el coronel don Juan Manuel de Rosas.

Rosas era un hombre que vivía de sus campos, a los que administraba de forma satisfactoria y eficiente, ya que eran campos muy productivos donde tenía saladeros y su propia flota de barcos. A diferencia de Rivadavia, él nunca necesitó un préstamo extranjero, sino que creía en la capacidad y competencia de sus compatriotas. 

Durante su primer mandato trató de recuperar el orden perdido, sabiendo que no iba a ser una tarea fácil. No se hicieron nuevas emisiones de papel moneda ni se aumentaron los impuestos. “Son necesarios grandes sacrificios para restituir la hacienda pública a un estado satisfactorio”, decía el Brigadier. “Es forzoso recuperar nuestro crédito comprometido en el extranjero y mejorar prontamente nuestro medio circulante, cuya depreciación paraliza la industria, perturba la sociedad y prepara el camino a la miseria”. 

Rosas recortó el gasto público a lo sumamente necesario e indispensable para terminar con los efectos de “un lujo sin base, y una holgazanería impune, orgullosa y exigente”. Debido a las guerras internas el gobierno debía emitir billetes. Terminó su primer gobierno no aceptando la reelección. 

Parecía ser el único en poder mantener el orden en la prematura Argentina, ya que nadie pudo hacerse cargo del poder debido a las conspiraciones unitarias. El Dr. Manuel Vicente Maza, en aquel momento gobernador interino, presentó su renuncia pero debió mantener la presidencia hasta que otro se hiciera cargo. Se designó gobernador al Brigadier General don Juan Manuel de Rosas con la suma del poder público y sin más restricciones que la de conservar y proteger la religión católica y sostener la causa de la federación apoyada por todos los pueblos de la República. Rosas pidió unos días para contestar. El 16 de marzo de 1835 respondió que la legislatura vote. Sobre 40 diputados, 36 votaron favorablemente, y en el plebiscito hecho de 9.230 votantes, sólo 9 se manifestaron en contra. El 13 de abril, Rosas asumió el poder, convirtiéndose en el señor absoluto de la Confederación.

Se reafirmó la unidad acordada cuatro años atrás, sin constituciones importadas, sin leyes foráneas y anudando pacientemente los pequeños centros políticos a una jefatura nacional. Los federales construyeron la unidad política que los unitarios habían destruido. No sólo se logró esta unidad sino que también se logró reactivar la economía entre las distintas provincias de la confederación, restaurando la vieja riqueza industrial del Virreinato. Desaparecieron los recelos provinciales hacia Buenos Aires, ya que se dictó la ley de aduanas el 18 de diciembre de 1835, la cual protegería los productos de fabricación nacional, destruidos por el liberalismo de Rivadavia. Con esta ley, la manufactura moribunda y la producción de harinas, azúcares, alcoholes y productos de granja, que amenazaban con extinguirse, volvieron a reactivarse. Florecieron nuevamente las industrias en el interior y Buenos Aires se llenó de fábricas, muchas de las cuales lograron grandes avances tecnológicos. Córdoba y Tucumán fueron los centros manufactureros mejor dotados del interior. El proteccionismo económico ya funcionaba en Francia, donde las pieles de Córdoba fueron prohibidas para proteger su industria local. Salta también llegó a ser un centro manufacturero textil. En Mendoza, los viñedos llegaron a abarcar 500 hectáreas. Santa Fe, con su ganadería, sumó plantaciones de algodón, tejedurías, construyó embarcaciones y fabricaba ruedas de carretas. Corrientes reconstruyó sus antiguas y renombradas “carpinterías de ribera”. 

Pese a que esta Ley le costó el bloqueo y las continuas guerras internas de los enemigos del gobierno, las exportaciones fueron creciendo paulatinamente, llegando en 1851 a superar a las importaciones. 

En la realidad construida por Juan Manuel de Rosas, la Batalla de Obligado fue el suceso que finalmente demostró la defensa soberana a la Patria y su grandeza.


De la defensa soberana a la entrega

La realidad de la actualidad argentina es totalmente distinta. Desde 1976 la industria nacional fue y es continuamente atacada y desmantelada. Los gobiernos democráticos que dicen servir a la Patria son incapaces de generar un plan productivo y económico que integre a toda la Nación. Que convierta a la industria nacional en eficiente, eficaz y efectiva, que se genere la riqueza necesaria para que los argentinos podamos desarrollarnos en comunidad, trabajando por el bienestar y la felicidad de todos los habitantes y pueblos que integran esta gran Nación. La casta política que gobierna va en contra del interés nacional, generando dependencia extranjera y dependencia de los ciudadanos con el Estado.

En su desinterés por el bien de los argentinos, hacen permeable la frontera a enemigos como el narcotráfico o los saqueadores de las riquezas de nuestro mar argentino. Algunos enemigos ya están instalados con base militar en nuestro territorio y han logrado una gran apertura a sus manufacturas con complicidad de los corruptos que gobiernan. 

Debemos aprender y tener en claro que para hacer una gran Nación, primero debemos aprender a ser libres como individuos. No debemos dejar que los gobiernos nos humillen en la dependencia, porque para tener soberanía nacional ES NECESARIO tener soberanía personal. Esa soberanía nacional es aquella que Rosas logró ejercer y llevó a la práctica a la hora de gobernar para toda la comunidad, enalteciendo los valores argentinos y poniendo bien en claro, que los argentinos somos capaces de ser una NACIÓN POTENCIA.


Bibliografía: Bernardo, Carlos V, “Política económica y financiera del gobierno de Rosas”. 1963.


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