FRAUDE

Voy a decirlo de entrada: para mí hubo fraude. No cualquier fraude, ojo — un fraude de proporciones nunca vistas.


Autor: reaxionario (@reaxionario)

Nota original: https://reaxionario.wordpress.com/2020/11/10/fraude/


Bueno, hablemos un poco de las elecciones en Estados Unidos — no como algo de lo cual dependen nuestras insignificantes vidas como habitantes de la periferia imperial, sino como un fenómeno histórico interesante que se está desarrollando ahora mismo delante de nuestros ojos tercermundistas. Disfrutemos de los problemas ajenos mientras podamos; quizás eso nos haga olvidar del dólar un rato.

Voy a decirlo de entrada: para mí hubo fraude. No cualquier fraude, ojo — un fraude de proporciones nunca vistas que tuvo como objetivo arrebatarle la reelección a Donald Trump by any means necessary y bien puede que termine lográndolo; un fraude del que participaron las propias autoridades municipales en ciudades como Philadelphia y Atlanta, el Partido Demócrata, los medios de comunicación (que no son otra cosa que su brazo propagandístico), varios líderes extranjeros y básicamente toda persona que es alguien en el mundo.

Estamos hablando de un fraude perpetrado por toda una élite compuesta por agencias oficiales y sobre todo paraoficiales de gobierno en todo el mundo que se coordinaron en pos de una única meta: poner a Joe Biden en la Casa Blanca como sea, aun cagándose en el pueblo norteamericano.

Como ustedes habrán visto, yo jamás he sido trumpista. No puede decirse que soy una de esas personas que andan con el MAGA tatuado en la frente desde el día uno. Por eso espero que cuando les digo que acá hubo un afano monumental por lo menos lo consideren creíble. Déjenme explicarles por qué.

Mi primer argumento es el contexto, que no es precisamente evidencia pero que de ninguna manera debe descartarse, y además los va a ayudar a entender más o menos desde dónde vengo.

En primer lugar, Estados Unidos es un país como cualquier otro. Aunque a veces creamos que allá las cosas sí funcionan todo el tiempo, lo cierto es que hay incompetencia, negligencia, violencia y corrupción como en cualquier otra parte del mundo. No se puede descartar el fraude de entrada como si los norteamericanos pertenecieran a una raza de seres angelicales. La verdad es que pueden ser muy pillos — y si no me creen cómprense una tabla ouija y pregúntenle a George III.

Segundo, los Brahmins y sus subsidiarios se han pasado los últimos cuatro años comparando a Trump con Mussolini, el Demonio y básicamente la encarnación misma de la Maldad. Hace poco Chomsky, sumándose a esta fiebre de la hipérbole, lo llamó el peor criminal de la Historia. Con esto quiero decir que no sólo el fraude es posible, sino que dentro del marco mental de la máquina Demócrata es hasta un imperativo moral. Cuando la cuestión es de vida o muerte, del Bien contra el Mal, no hay reglas. Después de todo, ¿no habría estado bien quitar a Hitler del poder aún a través de medios supuestamente ilegítimos?

Tercero, la clase gobernante norteamericana, representada hoy por el Partido Demócrata y sus satélites, es esencialmente Whig.

Tercero, la clase gobernante norteamericana, representada hoy por el Partido Demócrata y sus satélites, es esencialmente Whig, y el whiggismo no es otra cosa que un largo linaje de chantas. Desde John Pym hasta John Dewey pasando por John Otis Jr. y John Hancock — todos Whigs con W de Woodrow Wilson, de William Jennings Bryan, y de las hermanas (anteriormente hermanos) Wachowski. Estamos hablando de una larga tradición de hipocresía cuyos crímenes abarcan desde la rebelión y ejecución de Charles I y Thomas Wentworth hasta posiblemente haber cometido del fraude electoral más grande hasta la fecha, que comparado con el regicidio es más bien poca cosa.

¡Si hasta la propia nación fue construida sobre mentiras! Lean The True History of the American Revolution de Sydney Fisher. Búsquenlo en la Web — con W del Whig de William Howe. Déjenme asegurarles que a menos que le dediquen tiempo a estudiar la Historia no podrán entender lo que está pasando ahora.

Por último, hablemos de los medios. Si bien esto no es evidencia técnicamente, para cualquiera que no se haya tomado el Kool-Aid del “periodismo independiente” está claro que estamos ante una ocasión manifiesta de algo que no puedo llamar de otra forma que mostrar la hilacha.

Los grandes medios han decidido que las alegaciones por parte del Presidente Trump acerca de un posible fraude, incompetencia, errores del sistema y/u otras irregularidades no merecen ni siquiera ser investigadas. De hecho, el mero pronunciamiento de estas inquietudes aparentemente no es digno ni de ser transmitido — pues desde un primer momento se ha establecido que son falsas.

Esta censura al Presidente debería bastar para convencernos de que algo huele terriblemente mal, pero, si esto no fuera suficiente, gracias a los dioses de Internet tenemos a mano todo un mandato presidencial de conductas no exactamente imparciales en lo que respecta a todo lo relacionado con Donald Trump. Ni siquiera voy a rebajarme a poner los links — cualquiera que necesite ser convencido acerca de esto no debería estar leyendo este blog y quizás debería probar suerte en Inf*bae.

En un mundo normal, los medios estarían trabajando around the clock en exponer todo este asunto. Cada voto que fue recibido después del cierre de los comicios; cada voto emitido por una estrella del boxeo muerta; cada glitch; y cada barbaridad que simplemente no resiste el menor análisis — aparentemente nada de esto merece un minuto de atención periodística. Joe Biden ganó y a llorar a la iglesia, dicen, cuando en realidad no es CNN quien lo decide, aunque suene súper loco. Esto está lejos de haber terminado.

Pero imaginemos por un momento que esto hubiera sido al revés. Imaginemos que ganaba Trump y de repente comenzaban a surgir sospechas que hicieran dudar al Partido Demócrata acerca de la legitimidad de todo el proceso. Creo que no hace falta que les diga que no habría otra cosa en televisión que denuncia tras denuncia de fraude, y que ningún medio descansaría hasta encontrar cada voto ilegal en cada condado de cada estado.

Amigos, si el buen Donald sigue siendo presidente es porque no le encontraron nada.

Pero por suerte no hace falta imaginar. Esto ya pasó en 2016 — año en que los medios no pararon de darle manija a la supuesta intervención rusa en las elecciones. Hillary Clinton sigue pensando que le robaron el partido, y sigue diciendo que Trump es un presidente ilegítimo. Amigos, si el buen Donald sigue siendo presidente es porque no le encontraron nada — pero créanme que buscaron. Si creen que hoy están poniéndole la misma onda, ahora que la tortilla está dada vuelta, no sé qué decirles. Quizás crean que de verdad hay una amenaza fascista que debe ser removida; quizás crean que con Biden ganan los americanos y gana el mundo, y que David le ganó a Goliat; quizás en sus mentes se vean a ustedes mismos codeándose con David Rotschild o Tom Hanks, diciéndose con la mirada cómo se la mandamos a guardar a este hijo de puta, ¿eh?

En ese caso, estos deben ser unos hermosos días para ustedes. Después de todo, estar con el equipo del Poder tiene sus recompensas materiales, sociales y psicológicas. Yo no podría — lamentablemente corro con la desventaja de tener un alma.


En fin, veremos qué pasa.

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