300 DÓLARES
300 dólares es el sueldo promedio del trabajador formal argentino según el Ministerio de Trabajo de la Nación, informe publicado en noviembre 2020 sobre datos de agosto del mismo año [1].
Durante décadas algunos empresarios argentinos adujeron que necesitaban bajar el costo laboral para poder competir.
Y una vez logrado, iban a poder vender en el mercado local, exportar, no necesitar más subsidios, exenciones impositivas ni créditos blandos. Íbamos todos a ser felices en un mundo de amor y paz...y pleno empleo.
¿Cuáles son los problemas de este razonamiento?
Si los trabajadores reciben sueldos pakistaníes, su poder de compra se deprime. Entonces ¿a quiénes van a venderles sus zapatillas cuya suela se despega a las dos semanas, sus camisas que pierden los botones, su grifería que sale el triple de la italiana, sus gaseosas y cervezas? A nadie. Porque sus clientes son, justamente, los trabajadores, quienes ganan 300 dólares mensuales.
Además, ¿por qué les importa cuánto ganan los trabajadores? ¿No deberían importarles cuánto cuestan los trabajadores?
La diferencia entre el costo de un trabajador para la patronal y lo que la persona se lleva a la casa es monumental. Es la mayor del mundo. El trabajador es caro y se lleva monedas. Aportes por parte del empleador, descuentos al salario del trabajador, y, como si esto fuera poco, la mayoría de los asalariados, además de todo, pagan ganancias (*).
Sin embargo, sobre esta brecha la patronal no se queja.
Hace mal. Debería ocuparse.
La patronal paga para el fondo de salario familiar que los trabajadores formales no perciben, fondos para viviendas que nunca llegan a las manos de sus empleados, más contribuciones adicionales para el sindicato o para las obras sociales sindicales.
Pedir que se suba el mínimo no imponible para el impuesto a las ganancias cuarta categoría (asalariados), que se eliminen los “aportes especiales” o se rediseñe el sistema de aportes y contribuciones, son acciones que desfinanciarían al gobierno de turno. Implica restarles dinero a la política y/o a los sindicatos. Todos se vuelven, entonces sobre el eslabón más débil de la cadena: el asalariado.
Ahora entonces volvemos al punto de partida: si ganan poco, entonces no pueden comprar gaseosa o cuadernos o caramelos. ¿Entonces? Entonces están como un perro que se muerde la cola. Si tienen salarios bajos no venden sus productos y si tienen altos, los márgenes no dan.
La Raíz del Problema
Ahora bien, si el problema es la rentabilidad ¿por qué las cámaras empresariales no reclaman al gobierno la reducción de la carga impositiva, la eliminación de adelantos impositivos que se comen el capital de trabajo? ¿Por qué no hay quejas por el empobrecimiento constante, paulatino, generalizado de la población que reduce el mercado doméstico? Misterio.
El estado es una máquina de quemar dinero. Lo saca de donde puede. Quienes piden baja de sueldo de sus trabajadores lo hacen porque no se animan a discutir con un estado voraz.
El otro punto que llama la atención es que el sector industrial argentino no se queja de la competencia desleal brasileña. Desleal porque el estado brasileño ha mantenido un tipo de cambio (el real) competitivo por décadas como política de estímulo a las exportaciones. Porque los impuestos son menores en Brasil que acá. Porque acá es todo más difícil.
La UIA, en general, con Funes de Rioja como vocero, plantea como problema el costo de las indemnizaciones. Acá sí hay un punto:
Primero, la mitad de los trabajadores están en negro. Sin indemnización, obra social, licencia por enfermedad o jubilación. Esta gente no le incumbe a la UIA pero sí a nosotros, sus compatriotas (**).
Segundo, una gran parte de los trabajadores formales son estatales, para los cuales no corren las indemnizaciones, y si corren, a nadie les importa porque pagamos nosotros. Según el último informe del Ministerio, el 48% de los trabajadores formales son del sector privado, único universo para el cual importa la indemnización. El resto se divide entre estatales, domésticos, autónomos, monotributistas y monotributistas sociales (***).
Tercero, Las indemnizaciones son el verdugo de las Pymes. Hay que buscar una solución que no haga quebrar empresas y al mismo tiempo proteja al trabajador. Además, aunque parezca obvio, es un derecho adquirido. Acá hay un verdadero problema a solucionar.
Entre trabajadores informales, monotributistas sociales o no, autónomos, hay mucha gente desprotegida en nuestra tierra.
Costo de las indemnizaciones
La UIA propuso la creación de un fondo de indemnización que se fondearía con un cargo sobre la masa salarial. No importa si con aportes o contribuciones, porque como ya expliqué en “PRECIO PLENO II” [2], siempre paga el trabajador. Este diseño induce al sobreuso, punto débil de todo seguro, ya que socializa el costo. Pregúntenle a cualquier actuario. Lo peor: no va a la raíz del problema.
Muchas empresas quiebran o caen en convocatoria de acreedores. Más de treinta mil pymes desaparecieron durante el gobierno de Macri y no tenemos números de la actual administración. Una empresa en esa situación no paga indemnizaciones, simplemente porque no tiene el dinero. Si la quiebra es fraudulenta, porque el propietario se fugó, si es genuina - la mayoría de las veces - porque no hay. La ley no protege al empleado en esos casos.
Y hay otro punto. Todo empleado siempre hace el cálculo de su indemnización en su cabeza. Los juicios laborales nacen en gran parte del deseo de cobrar la indemnización completa. Así se atiborran los tribunales del fuero.
Propongo algo disruptivo: que el trabajador cobre siempre.
Propuesta:
Siento que estoy ofreciendo consejos de cómo pintar la bicicleta cuando el rancho está prendido fuego. Argentina en un país que hace 10 años que no crece, con una élite falta de ideas, profesionalismo, simpatía con el menos favorecido y amor a la Patria. Hablar de indemnización con la mitad de los trabajadores en negro es como ocuparse del sexo de los ángeles. Igual, sigamos con las soluciones.
Mi propuesta es que una persona cuando termine su vínculo laboral, cobre siempre. Si la despiden con o sin causa, si se jubila, si renuncia, si se accidenta/discapacita o, lamentablemente, si fallece (****).
Liberaría el mercado laboral, porque la gente se va si quiere. Lo más importante: se elimina el incentivo para la mayoría de los juicios laborales, que es, justamente, cobrar la indemnización.
Actualmente el trabajador recibe el mes en curso, un mes de preaviso y un mes por cada año de antigüedad.
Con mi propuesta el empleador pagaría el mes en curso más preaviso. La cuenta de ahorro personal debería tener un sueldo por cada año de antigûedad. No pierde sus derechos adquiridos y gana nuevos. El fondo se constituye con un aporte que equivale al 8,33% del sueldo. Es un ahorro mensual, junto con el pago salarial.
Dinero en custodia de un banco. Con rendimiento financiero.
Si la patronal se fuga o quiebra, el trabajador cobra igual su indemnización. ¿Sobrecosto? No realmente. Porque las indemnizaciones las pagan los trabajadores. Siempre. La única diferencia es que hoy todos los trabajadores ponen y en la perinola, sólo los primeros que llegan al juicio cobran.
Para compensar debe eliminarse todas las contribuciones patronales (excepto ésta de 8,33%), el impuesto a las ganancias y dejar como único aporte el previsional (10%). Más cuota sindical.
Un paso necesario para lograr el pleno empleo.
Y finalmente, ¿para qué sirve tener industria, como se llenan la boca los políticos, si no es para tener trabajadores que ganen bien? Pleno empleo y prosperidad: ése es el verdadero objetivo.
* * *
Notas:
[1] SITUACIÓN Y EVOLUCIÓN DEL TRABAJO REGISTRADO, Noviembre 2020, Datos a agosto 2020.
[2] PRECIO PLENO II: http://restaurarg.blogspot.com/2020/03/precio-pleno-ii.html
(*) Esto último “la mayoría de los asalariados...pagan ganancias” se debe a que el corte para pagar el impuesto es inferior a la mediana de los sueldos. Es un tema técnico pero básicamente significa que las autoridades han puesto el corte pagar/no pagar, o mínimo no imponible, muy por debajo del promedio de ingreso salarial.
(**) Recordemos que la precariedad laboral fue bendecida por el presidente de la Nación en sus discursos del 10/12/2019 y 01/03/2020, a la eufemísticamente denominó “economía social”, a.k.a. “no pagadoras de impuestos ni cargas sociales”.
(***) Esta última categoría corresponde a los trabajadores en negro que forman parte de cooperativas de trabajo siempre y cuando éstas reciban subsidios estatales del Ministerio de Acción Social. Se diferencian de las cooperativas de trabajo no subsidiadas, donde sus miembros son monotributistas simples. Los monotributistas sociales ascienden a 355.000 personas, diez mil menos que al final del gobierno de Macri.
(****) Cobran sus derechohabientes.