CAMBIAR




Cambiar.
(Del bajo lat. cambiare.)
1. v. tr. y prnl. Reemplazar una cosa por otra. “Se cambió de nombre al llegar al país”.
2. v. tr. Modificar una cosa “hemos cambiado el reglamento”.
3. Dar una cosa recibiendo otra. trocar
4. ECONOMÍA Dar un tipo de moneda y recibir su equivalente en otra “cambiar dólares por pesos”.
5. COMERCIO Dar una cosa comprada al vendedor y recibir otra del mismo valor “le cambió los zapatos por otros iguales, de un número mayor”.
6. Dirigirse dos personas un saludo, palabras o una mirada la una o la otra “cambiarse insultos”. Intercambiar.
Etcétera...


El 10 de diciembre de 2015 cambiamos, se fue un gobierno desastroso, dirigido por personas horribles que usaron cualquier argumento para mantenerse en el poder y enriquecerse. Fue un alivio.
Hubo un cambio, de personas y modos, de expectativas y de humores, realmente se cambió.
Ahora bien, en el ideario colectivo de muchos de los que querían el cambio, la palabra cambio tenía un claro significado cualitativo, era el día sobre la noche, la alegría sobre la tristeza, la honradez sobre el latrocinio, lo antiguo sobre lo nuevo.
Pasaron 18 meses y el significado de la palabra cambio está más claro que nunca.
Cambiar es reemplazar una cosa por otra, no lleva en sí mismo una valoración negativa ni positiva. Es un reemplazo.
Para muchos de nosotros, los que mal interpretamos el vocablo cambiar, cambiar era dejar atrás décadas de gobiernos y políticas dirigistas, era hablar y actuar con coraje desde el día cero, era dejar atrás la farsa de los llamados DDHH, era abrir el comercio, castigar al delincuente y proteger al débil, generar una épica de progreso como la que pensaron nuestros dirigentes de la generación del 80.
Por supuesto que había que hacerlo en un mundo real y con medios escasos, pero era a todo o nada.
Sin embargo el cambio fue el reemplazo de lo peor por lo menos malo, fue la llegada de la especulación en la supervivencia y de maquillar el pasado sin cambiarlo totalmente.
Claro que hubo mejoras estéticas, atisbos y palabras de modernidad y futuro, pero no fue un gran salto cualitativo.
Cambiemos, la alianza que gobierna, nos dice que el cambio está en marcha y para que llegue debemos ser cautos. En síntesis, nos dice que se va a asfaltar el viejo camino de tierra que nos viene llevando al fracaso, cuando muchos esperábamos que se abrieran diferentes y nuevas rutas hacia el porvenir.
Nos dicen que si no votamos Cambiemos en octubre, no podremos cambiar ya que volvería lo viejo. Y para que no vuelva lo viejo hay que seguir haciendo lo viejo, es decir: seguir con el curro de los DDHH, el gasto público descontrolado, una economía cerrada y con una presión fiscal insoportable, el reciclaje de políticos oscuros con máscaras de cambio, el no arriesgar, no decir, no enojar. Solo flotar, con mejores modos, con obras públicas necesarias, y con administraciones normales.
¿Es una mejora? Puede ser.
¿Es suficiente?
Somos muchos lo que creemos que no es suficiente, somos muchos los que sentimos decepción o rabia, desánimo o resignación.
Somos muchos los que nos cansamos de votar al menos malo, los que no queremos ser rehenes del voto cautivo porque no hay nadie mejor a quien votar.
No hay un partido político que represente lo que muchos aspiramos, pero por eso no voy a ser víctima, esta vez, de la extorsión de “o me votás a mi o vuelve el infierno”.
Como dice el viejo dicho, El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

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