SIRIA 3

Siria: díganme cómo acaba esto
Autor: Max Boot


En su búsqueda de proxies eficaces en Siria, EEUU ha encontrado en la milicia kurda de las YPG la mejor opción. Es posiblemente la organización más dispuesta a combatir al ISIS, pero también la menos infectada por el extremismo islamista. La Administración Obama estaba dispuesta a pasar por alto los vínculos de las YPG con el PKK –organización terrorista kurda turca–, con el régimen de Bashar Asad y con Irán. Pero aún tenía dudas sobre si procurar a las YPG las armas pesadas necesarias para recuperar Raqa, la capital del ISIS, por miedo a molestar a Turquía.
La Administración Trump ha tomado ahora la decisión que Obama pospuso antes de abandonar el cargo. Al parecer, Trump ha accedido a proveer a YPG de lo que necesita para avanzar en Raqa. Esta decisión apenas la disfraza el hecho de que EEUU está dirigiendo ostensiblemente su apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias, una coalición kurdo-árabe. Todo el mundo sabe que las YPG son con creces el elemento más fuerte en esta coalición, y que sus árabes están ahí en gran parte para dar buena imagen.
Respaldar a las YPG ha sido durante mucho tiempo la opción preferida por las Fuerzas Armadas estadounidenses, cuyos asesores están trabajando con esta organización, así que era bastante esperable que Trump siguiera su consejo. De hecho, esta decisión parecía ineludible mientras EEUU quisiera liberar Raqa sin enviar a sus propias fuerzas terrestres para acabar la tarea.
Al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, no le habrá gustado esto. Recientemente mandó a sus fuerzas aéreas a bombardear a las YPG, a pesar de las protestas de EEUU. Él considera a las YPG una amenaza para Turquía, no sólo por sus estrechos lazos con el PKK; también por su determinación de fundar un Estado kurdo (la Rojava) en el norte de Siria. No se equivoca en esto: la creación de la Rojava es, efectivamente, el objetivo de las YPG.
Es comprensible que la Administración no cediera a las protestas de Erdogan, viendo cómo éste ha ignorado los intereses de EEUU y desgarrado la democracia turca y cómo se ha acercado a Rusia. Pero ofender a Turquía comporta riesgos evidentes, en tanto en cuanto EEUU depende del acceso a la base aérea turca de Incirlik para dar soporte a sus operaciones en el norte de Siria e Irak. Erdogan podría complicar la vida a EEUU si suspendiera el uso de Incirlik. Ahora bien, el Ejército de EEUU podría recurrir a sus bases aéreas del Golfo Pérsico, por lo que la oposición de Erdogan no es determinante.
El verdadero problema aquí no es tanto el impacto que esta decisión pueda tener sobre las relaciones entre EEUU y Turquía, que ya son muy malas, sino sobre el futuro de Siria. ¿Qué se propone conseguir exactamente la Administración en Siria, más allá de derrotar al ISIS? Al comienzo de la invasión estadounidense de Irak, el general David Petraeus hizo una pregunta profética: decidme, ¿cómo acaba esto? Se debería plantear la misma pregunta a la campaña estadounidense en Siria: ¿cómo acabará esto?
Con un poco de suerte, el ISIS habrá perdido sus bastiones a ambos lados de la frontera entre Irak y Siria para finales de año. Pero ¿quién administrará en ese momento el territorio? La esperanza de EEUU es que figuras locales de tendencia moderada asuman el control de sus propias comunidades, y que Siria se transforme en una serie de cantones autónomos. Pero si hay una cosa que debamos aprender de la última década y media en Irak y Afganistán es que rara vez pueden los moderados resistir por sus propios medios contra extremistas bien organizados como el ISIS y Al Qaeda.
En Siria, la oposición moderada lleva años perdiendo terreno, gracias en gran parte al abandono de Occidente. Quienes han ido cobrando fuerza son las tropas de Bashar Asad –respaldadas por Irán y Rusia– y los extremistas suníes de la rama siria de Al Qaeda, que, tras cambiar varias veces de denominación, es ahora conocida como Hayat Tharir al Sham (HTS). HTS se está convirtiendo en la facción más fuerte en las áreas controladas por la oposición, y se podría beneficiar de la desaparición del ISIS. Si la Administración tiene un plan para evitar que Al Qaeda saque tajada, es un secreto muy bien guardado. En realidad, por lo que he sido capaz de discernir, no existe dicho plan. Tampoco parece que la Administración tenga algún plan para reducir el poder de grupos extremistas chiíes como Hezbolá, que se han convertido en una fuerza cada vez más poderosa en las áreas controladas por el régimen.
Hasta donde yo sé, la Administración simplemente está esperando a que la derrota del ISIS active las negociaciones para crear algún tipo de confederación siria, con los kurdos, los suníes y los alauíes repartiéndose el país. Este podría ser el desenlace definitivo, pero sólo funcionará si ninguno de esos cantones está bajo el dominio de extremistas violentos. El modelo aquí son los Acuerdos de Paz de Dayton de 1995, que dividieron Bosnia en la Repúblika Srpska, mayoritariamente serbia ortodoxa, y la Federación de Bosnia-Herzegovina, mayoritariamente bosnia (musulmana) y croata (católica). La división no habría funcionado si los criminales de guerra serbios se hubiesen hecho con el control de la primera y los extremistas musulmanes con el de la segunda.
De manera similar, Siria nunca verá la paz o la estabilidad mientras los fanáticos chiíes y suníes sigan dominando en ambas partes. De hecho, la simple continuación del régimen del criminal de guerra Bashar Asad asegura que la mayoría de la población seguirá en estado de revuelta, condenando a Siria a una guerra perpetua.
¿Qué plan tiene la Administración, si es que lo tiene, para impedir que los extremistas se repartan Siria? ¿Ha pensado en cómo apartar a Asad y en quién lo sustituirá? Hasta ahora, no hay señales de que haya una política sobre Siria, más allá de derrotar al ISIS, y el ataque con misiles de crucero a una base aérea de Asad a principios de abril fue aparentemente una anormalidad.
Esto no puede ser un error atribuible solamente a la Administración Trump. La Administración Obama tampoco había pensado en el desenlace sirio, y se enfrentaba a una situación mucho menos compleja en los primeros años de la guerra civil que estalló en 2011. O, para ser más exactos, Obama no había pensado en ningún desenlace realista, ya que su estrategia dependía de las fantasiosas conversaciones celebradas en Ginebra a instancias del secretario de Estado, John Kerry. La Administración Trump no ha reanudado esas negociaciones fútiles, pero tampoco ha presentado un proyecto más realista para poner fin a la guerra siria. Este es un problema mucho más importante, y mucho más difícil de resolver, que armar a las YPG.

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