Los nuevos reaccionarios



Los nuevos reaccionarios

Autor: Rodrigo Agulló

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Texto completo en: http://www.elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=5585

¿Primeros signos de descomposición de la hegemonía del “pensamiento único” de la “izquierda divina” instalada en el aparato mediático-cultural? ¿O tempestad en un vaso de agua? La polémica sobre los “nuevos reaccionarios” que se abrió hace unos pocos años en Francia, deja al menos entrever una evolución en el panorama intelectual europeo en el que el cuestionamiento de las verdades oficiales de los evangelios del progresismo apoltronado está dejando de ser patrimonio de extremistas marginales, ultraconservadores nostálgicos y otros “malos oficiales” del sistema.

En el año 2002 aparecía en Francia el libro Llamada al orden. Encuesta sobre los nuevos reaccionarios (1) firmado por Daniel Lindenberg, profesor de ciencias políticas en París y miembro del Consejo de redacción de la revista “Esprit”. El libro (94 páginas de afirmaciones mal razonadas y extrapolaciones chapuceras, en tono de denuncia) mete en el índice a toda una retahíla de autores franceses acusados de transgredir impunemente los códigos de la “decencia” progresista, y poner en cuestión los dogmas sagrados del mejor de los mundos posibles en el que vivimos. ¿Y cuales son esos “tabúes” tan impúdicamente puestos en cuestión? Daniel Lindenberg ofrece una lista: la cultura de masas, la libertad de costumbres, los intelectuales, Mayo del 68, los Derechos del Hombre, el mestizaje, el Islam y la idea de igualdad.
El mismo título y tono del libro revela esa vocación de “policía del pensamiento” y ese afán depurador característicos de esa nueva izquierda “moral” y “buenista” que, instalada en el confort de ideología oficial, ha hecho dejación de la función crítica propia de toda actividad intelectual que se precie de tal, y además se permite trazar las líneas de lo permisible y lo no permisible. Ello pone de manifiesto la auténtica función social de esa “inteligentsia” progresista: la legitimación ideológica del orden de cosas imperante, el aplastamiento de cualquier atisbo de pensamiento crítico y disidente, y el embalsamamiento de nuestras sociedades en las delicias de la sociedad del espectáculo, feliz y post-histórica en la que vivimos.

¿Y quienes son los denunciados?

Se trata de una miscelánea de intelectuales, historiadores de las ideas, filósofos y escritores que, lejos de constituir un grupo organizado o un movimiento consciente de serlo, se caracterizan por sus diferencias de formación y de enfoque, por sus distancias generacionales y por lo heteróclito de la producción de algunos de ellos. Muchos proceden de la izquierda o incluso de la extrema izquierda, y su obra está lejos poner en cuestión el fundamento básico de la forma política y sistema de convivencia de las sociedades occidentales, esto es, la democracia.
Dicho esto, conviene poner de relieve que entre ellos se encuentran algunas de las mejores cabezas en el panorama intelectual francés. No se trata precisamente de “marginales” publicados en editoriales de catacumba, sino de intelectuales, académicos y escritores internacionalmente reconocidos. Entre estos “nuevos reaccionarios” se encuentran figuras como los filósofos Alain Finkielkraut, Marcel Gauchet y Alain Badiou, los politólogos Pierre Manent y Pierre-André Taguieff, el historiador y sovietólogo Alain Besancon, el escritor y ensayista Philippe Muray, el sociólogo Shmuel Trigano, los novelistas Michel Houellebecq y Maurice Dantec, los periodistas Élisabeth Lévy y Philippe Cohen, el lingüista Jean Claude-Milner, el escritor Régis Debray y muchos otros. La lista es larga. ¡Se incluye hasta un extraño rastreo de los “atisbos reaccionarios” en una “vaca sagrada” del 68 como Guy Debord! Buen trabajo para 94 páginas. Cuando de lo que trata es de denunciar, sobran los análisis.

Más allá del contexto en el que se inscribe el panfleto de Lindenberg – esa tradición tan francesa de denuncias estilo “J’accuse”, de búsqueda de publicidad mediática y de ajustes de cuentas entre vedettes intelectuales- el libro, y mucho más que el libro, la polémica posterior generada en torno al mismo, ponen de relieve que “algo se mueve” en el remanso autocomplaciente de lo “políticamente correcto”. Algo que revela una tendencia que, de consolidarse, podría significar el principio del fin de la hegemonía incontestada de esa “ideología orgánica” (valga el término gramsciano) que se sirve como pitanza espiritual para nuestras sociedades. El principio del fin del discurso de esa nueva izquierda que ya hace tiempo evacuó todos sus valores revolucionarios originarios, para inflarse de sentido moral y de humanitarismo soft. Esa izquierda que, tras acelerar la desvalorización de todos los valores, se ha sumado al nuevo dogma relativista, dogma que viene a favorecer la inercia de nuestras sociedades frente al proceso de hibridación de pueblos y culturas en el seno del mercado global y del “mundo feliz”.
La llegada del Frente Nacional a la fase final de las elecciones presidenciales francesas en 2002 dio la primera señal de alarma seria en el país vecino de que “algo falla” en el seno de la ciudad alegre y confiada. Algunos empezaron a preguntarse qué, en todas esas fiestas…tal vez se estaba quedando fuera el pueblo. La contestación a estos aguafiestas no podía ser, evidentemente, acusar al pueblo de “reaccionario” -al menos todavía no- sino mas bien denunciar al “populismo”, la nueva “bestia negra” de los bienpensantes. Y había que señalar culpables. Y ahí se sacó a escena a los “nuevos reaccionarios”. La acusación principal dirigida contra ellos era el haber favorecido, con sus ataques a los fundamentos sagrados de nuestras democracias avanzadas, los avances – ¡oh cielos! – de la bestia inmunda del populismo de extrema derecha, de la exclusión y de la xenofobia.
Lo cierto es que gran parte de la reflexión de muchos de esos “nuevos reaccionarios” se dirige a explorar las líneas de fractura entre la realidad oficial y la realidad “real”, líneas de fractura que explican sobresaltos como el de las elecciones presidenciales francesas de 2002. Y ello no con el objetivo de promover un modelo antidemocrático – todos estos autores están muy alejados de lo que comúnmente se considera “extrema derecha”- sino en el ejercicio de algo que se supone constituye un elemento esencial del auténtico orden democrático: el pensamiento crítico.

Cuando el pensar es un oficio de riesgo.

En el libro de Lindenberg se manifiesta el reflejo totalitario de cierta izquierda que no busca sino la intimidación y el eventual aplastamiento del disidente. El mismo método elegido –la lista de nombres y de crímenes cometidos, acompañada de epítetos difamadores bien sonoros- tiene un claro sabor estalinista. El proceso es conocido: campaña de denigración sistemática, arrepentimientos y golpes de pecho del acusado, y condena final a purgar los pecados en el ostracismo, todo ello en un clima de delación generalizado. En caso contrario, el reo se arriesga a comenzar un peregrinaje por los tribunales de justicia, donde afrontará las consecuencias de sus crímenes de pensamiento y de sus ofensas a minorías varias. Y tal vez algo peor. ¿A que tipo de condena equivale, en la Europa de nuestros días, la acusación de islamófobo?
Las campañas de difamación, el hostigamiento sistemático y el acoso judicial están a la orden del día para quien se atreva a abordar ciertos temas intocables, talescomo la inmigración o la presencia del islam en Europa. Tal ha sido el caso de Maurice Dantec, - escritor “de culto”, a caballo entre la novela negra y el cyberpunk, hoy expatriado en Québec- al referirse a la islamización de Francia. O el caso de Houellebecq, por referirse críticamente al islam en una de sus novelas y en declaraciones públicas. La lista sería larga…
Malos tiempos, en la patria de la Ilustración, para los espíritus libres. Sin embargo, el exceso de celo y la torpeza del comisario político Lindenberg hicieron que el libro produjera, en cierto modo, un efecto contrario al que sus promotores esperaban. La lista de acusados era demasiado larga, la importancia de los mismos demasiado grande, la maniobra demasiado burda y el “libro” demasiado malo…. Demasiados fallos. Por otra parte, estos “nuevos reaccionarios” no resultaron ser  presa fácil, y demostraron no estar dispuestos a dejarse intimidar. En consecuencia, en el país vecino se produjo una cierta reacción de solidaridad con los perseguidos en esta nueva “caza de brujas”. Y lo que es más importante, se produjo una novedosa toma de conciencia sobre el “matonismo” intelectual del “establishment” progresista, y sobre las crecientes cortapisas al debate público en el seno de nuestras modélicas democracias.

¿Nuevas convergencias para el futuro?

En realidad, no cabe asignar a este conjunto de autores, agrupados bajo la etiqueta periodística de “nuevos reaccionarios”, las características de grupo o de corriente identificable como tal dentro de las “familias de pensamiento”. Se trata de autores con notable disparidad de intereses y de enfoques, con diferente formación y con marcadas distancias generacionales. Entre ellos se dan tomas de posición social y políticas contrapuestas, y sus puntos de coincidencia tal vez nunca hubieran llevado a designarlos con un apelativo común, de no haber sido por Lindenberg y  la amalgama realizada  en su libro-denuncia.
Pero en todos estos autores, de un modo u otro, asoma un estado de ánimo común. Una estado de ánimo que se manifiesta en la crítica de la deriva que, desde hace unas décadas, han tomado nuestras sociedades. Deriva que ellos analizan sin detenerse ante los tabúes impuestos por la corrección política. De ahí sus convergencias. Y ahí reside su fuerza: en la denuncia sistemática del secuestro de la realidad por la ideología, de lo real por lo virtual; en el estar a la escucha de los ciudadanos y de sus preocupaciones reales. Porque cuando la ideología oficial al servicio de las élites transnacionales quiere forzar la realidad a encajar en su modelo de mundo feliz, la realidad no siempre se somete. ¿Es la realidad reaccionaria?  .
Es en Francia donde siempre aparecen los primeros signos de las tormentas venideras. Francia es el laboratorio de las ideas que han incendiado Europa. ¿Fue solamente la polémica sobre los nuevos reaccionarios una nueva trifulca en los salones, siempre agitados, de la inteligencia parisina? .Tal vez sí. ¿Puede haber sido el síntoma de fuerzas mas profundas que trabajan en el seno de la conciencia europea?  En ese caso, tal vez estemos ante los primeros signos de que, más allá de la vieja división entre la izquierda y la derecha, se dibujan nuevas convergencias que apuntan al futuro. Tal vez ese futuro nos traiga la posibilidad de nuevas síntesis, de un período de reconstrucción de la inteligencia política, de una reapropiación de la democracia por los ciudadanos europeos. La Historia siempre está abierta.

Texto originalmente publicado en El Manifiesto (en su versión impresa) e incluido ulteriormente como apéndice del libro Disidencia perfecta, Ediciones Áltera (actualmente disponible en Ediciones Insólitas).

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